¿Y los jóvenes de #mty, apá?



Ya encarrilados en ese civilizado acto de ceder la voz y la escucha, que deberíamos practicar más seguido, desfilaron por el megáfono de la macroplaza aquel domingo 28 de Agosto de manera ordenada muchas personas, diría que personas diferentes pero eso es un pleonasmo. Todos somos diferentes aunque pensemos igual.

Había mujeres, poquísimos niños, hombres, jóvenes, adultos, incluso gente mayor que no se atrevió a subir a los escalones improvisados de tribuna por falta de fuerza en sus piernas o en la voz. Había gente de clase media o lo que queda de ella, habíamos asalariados pero no de mierda, esos deberían estar despachando en los palacios de gobierno pero supongo que ni ahí estaban, era domingo; había gente pobre que su paga por estar ahí es un mísero y perverso lonche pagado por alguien aún más perverso e hijodeputa. Había gente educada, un poco más un poco menos. Religiosos, ateos, agnósticos. En fin, era una nanomuestra de lo que es Monterrey. Claro, faltaron los políticos, los “líderes”, los medios que no sólo buscan la nota, los indolentes, los decepcionados, los aturdidos por el duelo, los valemadristas, los cínicos, los narcos, de estos últimos eso quiero creer.

Mucha gente cuestionó en sus dos minutos disponibles a los faltantes pero lo más irónico es que los pocos jóvenes que estaban ahí cuestionaban por qué no estaba el resto de la juventud ahí precisamente. No hace falta ser familiar de un caído, herido o desaparecido para declararte víctima, basta que él o ella haya pisado las mismas aulas que tú, que hayan escuchado la misma música, que haya transitado las mismas calles, que hayan visto el mismo cerro que adorna esta ciudad para que te toque justificadamente una parte de dolor.

         Y no, no estaba ahí la agraviada juventud, esa a la que ya le robaron el presente cerrándoles el barrio antiguo o la ciudad completa, esos que ya no sabrán, nuevamente, lo que es pasarte una noche de antro hasta el amanecer sintiéndote seguro con el único temor de que te pare un tránsito, te regañen tus papás o desperdicies el dormingo tirado en la cama para darte cuenta el lunes que te etiquetaron pedo en una foto del feiz.

         Y es triste que si ya les robaron el presente no se den cuenta que están, por un pelito, a tiempo de luchar por su futuro, de reclamar para sí lo que les pertenece por ser regios o mexicanos. Quisiera pensar que es por la edad pero… si preguntamos por los adultos la ausencia fue similar. Creo, y temo, que es la típica apatía del regio, ese egoísmo de “si me va bien a mí lo demás me vale madre”, ese vivir en tu burbuja de metal con clima en la que atraviesas la ciudad negando la moneda al que te limpia el vidrio sin darte cuenta que fue el que se convirtió, ¿o convertimos?, en el que te roba el auto. Espero que una de las acepciones del símbolo que precede este texto no sea la representación de Monterrey: Las Ruinas del Hombre Muerto. Prefiero la otra.

         Ruego porque la juventud tenga los arrestos sufcientes, es una metáfora y no una alusión a la pretendida Ley de Seguridad Nacional, para que se levante como la juventud del 68. Que tenga la inteligencia y visión más allá de su granjita de feizbuk o de las películas y ropa de moda; que deje de agachar la cabeza por estar viendo su Ipod o Blackberry o Televisa o cualquier símbolo de consumismo/enajenación similar. Que aspire, no al wanabi hueco, sino a una sociedad más justa, equitativa, incluyente y menos idiotizada.

         Pero mientras, seguiré preguntando ¿Y los jóvenes de #mty, apá?

         30/Ago/11

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