Imagen tomada de http://www.jornada.unam.mx/viajera/?destino=nuevo+leon&seccion=04
La invitación es notoria por redes sociales, tímida por los medios convencionales: A la Macroplaza a las 5:00 p.m. del domingo siguiente a la masacre provocada por el terrosismo del crímen organizado, de los políticos medios organizados y la sociedad desorganizada. A la hora de la resolana de Reyes, de los cuarentaytantos grados en la plancha de concreto, de las ganas de tirar la weba en el fresco de la casa. Va, dije.
Nos acercamos por Zaragoza, a un costado del palacio de cantera ya se escuchan los gritos de Renuncia Calderón, Renuncia Medina y uno que otro extraviado de Renuncia Arrazabal. Alguien sostiene una pancarta con una fotochopeada imagen de Calderón apresado por la policía. En nuestros mejores sueños. Una “señora bien” (warevatatsmins) le pregunta al tipo que carga la pancarta que cuánto le costó hacerla. Sí, ambos sospechamos que alguien la mandó hacer y regaló lonches para que el personaje se parara ahí a intentar de tapar los gritos de Renuncia Medina con los gritos de Renuncia Calderón. Lo que sea de cada quién, eran las pancartas más chingonas de toda la palza. Todo se vale, piensan algunos.
El desorden es general, no hay equipo de sonido, en la enésima fila no se escucha lo que dice un orador medio calvo. Sólo aprecio los gritos reiterados de enojo que me rodean dirigidos a los gobernantes, creo que con justificacción; el fulano manotea y va de un lado de las escaleras a otro. No se oye más que un coro de fuera, fuera, fuera. Muy regio. Después me entero de que era un político. Fuera.
Mucha gente se decepciona y se va ante la natural desorganización. No sacan nada y me duele pensar que si era la primera vez que salían a la calle se vayan con la idea de que hacerlo no sirve de absolutamente nada. Hay que ser pacientes y esperar un poco. Esa espera te recompensa con un experimento social que alerta de peligros si sabes leer y de esperanzas si sabes buscar.
Los radicales entran en escena y quieren entrar a Palacio de Gobierno ¿A qué? Es la pregunta de la mayoría. Los ánimos se caldean en la batalla de porras inversas pidiendo renuncias, en mentadas de madre que sirven de catarsis, en malos modos, palabras y agresiones leves. Pero la cordura y esa anhelada búsqueda de paz se imponen. La mayoría corea repetida y fuertemente “no más violencia” a la gente que patea la puerta, a la gente que menta madres. “No más violencia” porque ya “estamos hasta la madre”. Medio contingente se marcha porque, hay que reconocerlo, no es agradable lo que se presencia, no es eso lo que se busca, no es eso lo que se quiere.
Hay que tener paciencia para que aparezca una voz sensata y con experiencia en estas lides, Ximena Peredo hace un esfuerzo desesperado en base a gritos por encausar la energía ahí vertida, llama a la concordia, al diálogo, a la escucha. El milagro sigue creciendo y aparece uno, dos megáfonos. Eso facilita las cosas y el pueblo, porque eso era lo estaba ahí, el pueblo por fin accede a hacer un pinino democrático, a prestarse la voz como en las tribus primitivas que en ese aspecto eran mucho más civilizadas que los regios atrabancados. Paciencia y serenidad, Solín.
Discurren los oradores notoriamente improvisados, se dejan apreciar sentires, opiniones, mentadas, ideas, propuestas, más mentadas, llantos, quejas, reclamos y mentadas de nuevo. Bravo, aunque tenemos que recordar que la catársis ayuda pero no construye y eso es lo que buscamos ahí: construir no matar; construir no quemar, construir no imponer; construir no solapar, construir con palabras, ideas y buenos sentimientos que se opongan a la barbarie y la destrucción.
Quedan por narrar pormenores de ese encuentro con sus respectivos desencuentros. Hoy no te cansaré, sólo te compartiré el compromiso de seguir con ese ejercicio de pueblo y este remedo de crónica.
Y confesarte que la pregunta recurrente al ver que eramos tan pocos frente a un hecho tan enormemente aberrante era: ¿Y #mty, apá?
29/Ago/11
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